viernes, 6 de junio de 2014

Crimen perfecto

Todo libro tiene un inicio, y la chispa que inició éste vino de una pregunta que me hice... ¿Existe un crimen perfecto? Es una pregunta muy filosófica, ya que la historia nos demuestra que han existido, y existen miles de crímenes que se cometen día a día y que quedan impunes, disfrazados de guerras, amparados por leyes que en muchas ocasiones tienen una aceptación social importante, justificados por el castigo a crímenes previos, dentro del largo recorrido que ha tenido el Código de Hammurabi, más conocido como la ley del Talión o popularmente como el "ojo por ojo".

Pero me quería centrar en la posibilidad de que a nuestro nivel, y con la ley por supuesto en contra, una persona aparentemente normal, pudiera realizar un crimen perfecto. Y a raíz de este pensamiento creé una novela, en la que un asesino en serie actúa y una policía debe actuar contra reloj para poder detenerlo.

Alrededor de la historia principal, otras secundarias, como la adicción que le crea a la protagonista una relación extramatrimonial basada
en un sexo cálido en cuanto al placer, helado cuando entran los sentimientos de por medio, y una oscura trama política y terrorista que acaba tomando un protagonismo inesperado.

Al final, una novela policiaca muy fácil de leer, en la que me permití ciertos excesos, tanto sexuales como violentos, que no la hacen apta para todos los públicos, por lo que avisados estáis.

Una novela que quienes la han leído me dicen que les ha gustado, pero que el final les deja un sabor agridulce. Quiero saber también tu opinión, que la puedes plasmar como comentario en este artículo de presentación.

Y una novela que me ha animado a iniciar un proyecto de una segunda parte, que no sé cuando se plasmará por escrito, pero que va avanzando en mi mente.

Si quieres leer el inicio de la novela, puedes pinchar aquí.

Si te animas a leerla, puedes adquirirla tanto en Kindle como en papel en Amazon siguiendo este enlace.

Muchos de vosotros sabéis que mantengo un blog en marcha, Desde mi espacio. Y por supuesto deciros que tengo más libros, a los que podéis acceder desde este enlace.



viernes, 15 de noviembre de 2013

Crimen perfecto


Capítulo 1

Ana apenas escuchó el zumbido del móvil, que estaba en silencio en modo vibración sobre la mesilla. Contestó en voz baja y escuchó al otro lado la voz de Gutiérrez.

-         Ana, siento fastidiarte el fin de semana, pero tienes que volver.

-         ¿Qué pasa?

-         Un asesinato, Mario te lo ha asignado a ti

-         No me jodas, Guti, ¿no hay nadie más? Este tío sabe que es mi fin de semana, que hace ya mucho tiempo que estoy planificándolo.

-         Lo siento, ya sabes cómo es, anda, dime donde estás, te mando un coche a buscarte.

-         ¿Qué hora es?

-         Las 8 menos cuarto, dormilona. Anda, donde te recogen.

-         Diles que bajo a desayunar a La Golosa, que está en frente.

Se apoyó en el borde de la cama. Era sábado. Habían llegado a Cangas de Onís el día anterior. Era su primer fin de semana desde que María nació, hacía 5 años. A Ana le había costado mucho decidirse a salir. Andrés, su marido, ya ni le insistía. Tuvo que salir de ella. Su matrimonio era cada vez más frío. Andrés nunca había valorado el trabajo de Ana. Él se creía un gran arquitecto, era el que tenía vida social. Ana fue importante en el cuerpo. Llegó a ser una mujer importante hasta que Mario, su propio mentor, le cortó la cabeza cuando vio que cada vez tenía más peso en el departamento.

Cuando Ana cayó, decidió tener un hijo y se volcó en él, en ella más concretamente, ya que María era una preciosa niña.

El haber caído profesionalmente alegró también a Andrés, pero sumió a Ana en una extraña depresión que únicamente era colmada por su unión especial con María, una unión casi enfermiza, tanto que le costó 5 largos años decidirse a salir un fin de semana fuera.

Pero Mario se lo estropeó. Ana no creía en las casualidades, sabía que Mario se lo había saboteado adrede.

María apareció en la puerta de la habitación mientras Ana se vestía. Se le borró la sonrisa y le preguntó porque se vestía, si se iba a ir sin ella.

Ana le explicó que debía volver a Madrid, que se quedaba con papá para ver una cueva muy grande con una cascada que caía desde abajo, y que iban a subir a unos lagos con nieve.

Andrés ni preguntó, simplemente cogió a María y se la llevó a desayunar.

Ana le dio un beso a Andrés, que separó la boca, poniendo la mejilla, visiblemente enfadado. Hacía ya mucho tiempo que quería que Ana dejara de trabajar y se quedara en la casa con la niña, y esas cosas, y las salidas a horas intempestivas de Ana, en un trabajo que no le llenaba le ponía furioso.


Capítulo 2

Ana dio un fuerte abrazo a María y bajó del apartamento directamente al bar. En la puerta había un coche de la Guardia Civil, pero entró a desayunar, sin hacerles mucho caso.

Se tomó un café con leche y un croissant y salió al coche. Se dirigió a uno de los guardias que hablaban al lado del coche interrumpiéndoles la conversación.

-         Soy Ana Lafuente Santander, creo que me están esperando.

Uno de los guardias civiles le abrió la puerta del coche mientras el otro se metía dentro. Dio la vuelta y se puso de copiloto mientras el coche arrancó a gran velocidad con la sirena puesta.

-         Señores… ¿vamos a ir así hasta Madrid? Anda, no creo que haga falta.

-         Perdone teniente, nos han avisado de Madrid, diciendo que era importante que la lleváramos lo más rápidamente posible.

-         Si, pero en silencio, por favor

El coche enfiló el puerto del Pontón a toda velocidad. Ana le tuvo que decir que no corriera tanto, que iba a investigar un asesinato, que ya no podía hacer nada por la vida del finado.

Una vez llegaron a Cistierna la carretera mejoró, desapareciendo las curvas, lo cual agradeció Ana enormemente ya que estaba francamente mareada para cuando llegaron ahí.

Antes de coger la autovía pararon a echar gasolina y Ana aprovechó a salir del coche y tomar aire, despejarse un poco. Entró al lavabo y se mojo la cara. El mareo le había hecho olvidar el enfado que tenía por haber tenido que abandonar a su familia en el único fin de semana que se escapaba de Madrid en años.

Cuando entraron en el coche marcó el móvil de Gutiérrez. Se imaginaba que aún estaba en la escena del crimen. Quería que le informara. Se imaginó un ajuste de cuentas entre drogadictos o traficantes de baja estofa, que era lo que Mario le asignaba últimamente. Iba recordando sus últimos casos mientras sonaba el tono de llamada de Gutiérrez, que era una canción de Motorhead, The Ace of Spades. Siempre le reprochó que en el móvil de trabajo pusiera ese tipo de tonos poco serios, pero Gutiérrez era especial, era un hombre libre en la esclavitud del cuerpo y se permitía esos pequeños devaneos libertarios.

Gutiérrez no cogía, cosa que le extrañó. Dejó el móvil en el asiento y se puso a mirar por la ventanilla. Su trabajo no funcionaba, desde lo de ETA la tenían en un segundo plano, su propio jefe la había defenestrado, y desde entonces estaba en sus manos. Veía a sus compañeros crecer, promocionar, pero ella ya había llegado a lo más alto, ya no la dejarían crecer más y la ahogaron en su éxito.

Su matrimonio no funcionaba. Se había casado con uno de los arquitectos más prometedores de Madrid que se quedó en el camino, en promesa. Y aunque sus éxitos profesionales no consiguieron avanzar, su ego sin embargo creció hasta límites insospechados. No solo era arquitecto, ejercía de arquitecto.

Sólo su niña le mantenía con vida, impedía que mandara todo a la mierda, que pidiera un traslado, que se divorciara, que empezara de nuevo. Estaba encerrada en un mundo que lo único que la mantenía con vida, que la hacía feliz, le impedía romper con lo que la martirizaba, maldita paradoja.

Sonó el móvil. Era Gutiérrez.

-         Anda, cuéntame los detalles… ¿crimen pasional? ¿ajuste de cuentas?

La voz de Gutiérrez sonó baja, como si no quisiera que le escucharan los que le rodeaban, hablando susurrante.

-         Ana, no te lo vas a creer. Mario te ha mandado a estudiar un crimen bastante tonto, una especie de ajuste de cuentas. He sido yo el que le ha convencido para que te lo diera. Estoy en el baño del cuartel, no puedo hablar en voz alta. Escucha, un individuo disparó sobre otro que salía del metro. Le pegó un tiro en la cabeza. La bala le atravesó la cabeza. Saliendo por la boca, un espectáculo muy desagradable, ya te puedes imaginar. Pero los forenses encontraron la bala, y cuando la vi me ha parecido algo raro.

-         ¿Por qué hablas en pasado?

-         Porque fue ayer por la tarde

-         Mierda, ¿y no podíais haber esperado al lunes?

-         El lunes igual habrían dado el caso a otro, y este es tu caso. Déjame que te cuente. Encontramos la bala y esta noche he investigado sobre esa bala, y no te puedes imaginar qué es lo que me he encontrado. Esa bala solo se utiliza en un revolver de calibre 32, no en pistola, y lo más importante, ha habido dos asesinatos iguales, uno en Barcelona y otro en Bilbao. En la salida del metro, por la tarde en estaciones concurridas, hombres de mediana edad, y con revolver calibre 32. Tres asesinatos iguales.

Ana asimiló lo que le estaba contando Gutiérrez, tres asesinatos iguales. Los patrones no correspondían a un sicario. Que las víctimas y los escenarios fueran similares y que se utilizara un revolver en vez de una pistola hacían de los asesinatos algo especial.

-         ¿Se trata de un asesino en serie, Gutiérrez?

-         Si, por eso he hecho que Mario te lo asignara. Nadie lo sabe todavía, nadie sabe el potencial de este caso, salvo yo… y bueno, ahora tú.

-         ¿No se investigaron los otros asesinatos?

-         Por supuesto, Ana, uno los mossos de escuadra, el otro la ertzantza.

-         O sea, que no hay datos.

-         No, ya sabes, cada uno a su rollo. No se han cruzado datos. He buscado en la red común de la Interpol, ahí ha aparecido todo. Mira, vente para el escenario del crimen, está en la boca de Sol.

-         ¿Tan céntrico ha sido?

-         Si. Intentamos hacer una jaula, pero te puedes imaginar que ahí poco se podía hacer.

-         Bueno, si ha actuado en Madrid, Bilbao y Barcelona, acabará saliendo de la ciudad. Habrá que plantear…

Ana se dio cuenta que los dos agentes que la conducían escuchaban atentamente y se incomodó. Si Gutiérrez había mantenido el secreto, no era cuestión ahora de hacer público el planteamiento de la investigación.

-         Vamos para Sol, espérame allí, quiero ver el escenario yo misma. Lleva todo el material, lo estudiaremos sobre el terreno.

-         Ok

Colgó el teléfono y llamó a Andrés. Se pudo María, que excitada le contó que había visto una cueva enorme con una cascada, y un río donde había tirado una moneda y pedido un deseo. Le mandó besos y se fue. Se puso Andrés y le contó que estaban en la Santina, que no podían subir a los Lagos porque aún había mucha nieve, pero que se irían a Ribadesella, que a María le apetecía conocer donde había nacido la princesa de Asturias, valga la redundancia. Parecía fastidiado. Enseguida con la excusa de que la niña se iba colgó.


Capítulo 3

La pareja de guardias civiles que llevaban el coche apenas conocían Madrid. Sacaron un GPS del coche e intentaron ponerlo en marcha, pero era un viejo aparato que ninguno de los dos sabía utilizar. Por fin lo arrancaron bajo la mirada indiferente de Ana. Uno de ellos le preguntó por la dirección a la cual debían dirigirse. Ana les dijo que no se preocuparan, que ella les guiaba, y le fue indicando como ir.

Aparcaron el coche patrulla en medio de la plaza, lo cual provocó una estampida de carteristas, vendedores del top manta y de un número indeterminado de habitantes habituales de la Puerta del Sol.

Ana se despidió de los agentes, diciéndoles que no los necesitaba y agradeciéndoles el viaje. Los dos agentes se cuadraron y saludaron militarmente. No en vano Ana era teniente de la guardia civil y si les habían levantado de la cama con tanta urgencia para que la llevaran a Madrid de inmediato, sería un importante miembro del cuerpo. Ana les devolvió el saludo indiferente, ya no estaba para esas filigranas sin sentido, y se dirigió hacia Gutiérrez, que observaba la escena sonriendo al lado de la boca del metro.

-         Teniente O´Neal, parece que sus soldados se entristecen de dejarla.

-         Mira que graciosillo el nene… en fin, ya se van. Vamos a tomar un café, tengo el estómago como una lavadora, y necesito meterle algo. Vaya viajecito me han dado, no sé quien les has dicho que era, pero la verdad, estaban cardiacos.

Entraron en una cafetería y se pidió una pulga de tortilla con una caña, y Gutiérrez se repitió con lo mismo. Se sentaron en una mesa y empezó a comentarle el caso. Le enseñó las fotografías tomadas el día anterior, el preinforme que había hecho de acuerdo a los datos que había obtenido, de las dos declaraciones que había tomado a dos testigos que en realidad tampoco aclararon nada, ya que se contradecían en exceso.

-         Al parecer el asesino se apostó en el lado izquierdo de la boca de metro, y allí espero a su víctima, que se trataba de un hombre de 58 años, Alvaro Pérez Sarmiento, casado, con dos hijos. Trabajaba en una carpintería.

-         Deja los datos de la víctima para más adelante, céntrate únicamente en el asesinato.

-         Ok. Cuando la víctima subía por las escaleras, le disparó en la cabeza desde arriba. Un tiro certero. La bala le entró por la parte superior del cráneo y se salió por la mandíbula. La muerte fue inmediata. El cuerpo se cayó escaleras abajo, sobre la gente que subía. Dos testigos vieron alejarse a un individuo tranquilamente, y ambos creen que es el asesino, pero en la descripción apenas coinciden.

-         Encontraste la bala.

-         Si, la encontré enseguida, una bala del calibre 32, de un revólver. Además, no había casquillo, cosa que corrobora el uso de un revólver.

-         ¿La víctima?

-         Ya te he dicho, 58 años, con dos hijos. Salvo multas de tráfico, está limpio. He mandado a dos chicos a investigar en su entorno, pero no creo que aporten nada nuevo. No hay un motivo para que lo asesinaran.

-         ¿Lo de Barcelona y Bilbao?

-         Crímenes muy similares. El de Barcelona en septiembre, el 12. El de Bilbao el 7 de noviembre.

-         Hoy es… 14 de enero. Ayer era 13.

-         Las tres víctimas hombres de mediana edad, limpios, casados, con familia. No tienen nada en común salvo eso, la edad, el de Barcelona 55 años y el de Bilbao 61. Similar complexión, 175 más o menos los 3, canosos, ni gordos ni delgados. Parece que se sigue un patrón con las víctimas. Los tres asesinados con un revólver de calibre 32, un solo disparo, no aparecieron casquillos. Los tres en horas concurridas, en la boca del metro, y con un tiro en la cabeza hecho desde arriba. Es el otro patrón que coincide.

-         Vamos a ver la boca de metro.
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